Abuelas, ni niñeras ni madres.
Familia
Cuidar de los nietos en ocasiones trae algunos problemas cuando los límites se pasan a llevar. No somos niñeras pero tampoco somos las madres.
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Cuando somos abuelas los nietos nos llenan de alegría y vitalidad, por eso tratamos de pasar el mayor tiempo posible con ellos, nos ofrecemos a cuidarlos y ayudar en lo que podamos, pero hay veces que terminamos siendo niñeras más horas de las deseadas. Es difícil decir que no puedes o no tienes tiempo, porque sientes que estás siendo poco solidaria, mala madre y pésima abuela, o peor aún, nuestros hijos se enojan por no ayudarlos, sin comprender que hay veces en que simplemente no podemos. Es ahí cuando surgen los problemas. En ocasiones los hijos castigan esta falta de disponibilidad usando a los nietos, amenazando con que ya no los llevarán o impidiendo verlos por algún tiempo, dejando de hablarnos hasta que vuelvan a necesitar de nuestra ayuda. A veces los nietos son un poco "impuestos", lo cual no suele disgustarnos ya que disfrutamos de su compañía, pero cuando esto nos impide realizar nuestra vida cotidiana, excede el tiempo presupuestado o requiere mayor energía de la que podemos entregarles, puede traernos problemas. Por otro lado hay que considerar aquellas abuelas que deben ayudar obligatoriamente a sus hijos porque ellos no cuentan con los medios para conseguir quien cuide de los niños. Independiente de que el cuidado sea eventual o de forma fija, lo importante es saber cómo fijar límites y crear acuerdos, porque no queremos vernos privadas de ellos pero tampoco sentir que tenemos la obligación de cuidarlos más allá de lo que podemos o estamos dispuestas.
Continuidad del rol materno
El cuidado de los nietos enfrenta distintos escenarios, los que dependen del rol, ocupación y estilo de vida de la abuela, en cada caso la relación y colaboración será diferente, tanto por la disponibilidad como por la dependencia que exista entre los involucrados. No es lo mismo una mujer que se ha dedicado a cuidar de la familia y cuyo rol principal ha sido la crianza, que otra que trabaja fuera o tiene un estilo de vida que involucra actividades sociales y laborales extras a las de la casa o la familia. Una dueña de casa estará mas expuesta a "sufrir" conflictos con el tema de los nietos, mientras que aquella que realiza otras actividades y tiene preocupaciones distintas a la familia podrá verse menos afectada. "Las abuelas necesitan mantener la continuidad madre-hijo a través de los nietos, viéndose mayormente involucradas aquellas que no trabajan y que mantienen su vigencia criando a los hijos de sus hijos, versus aquellas que tienen su vida vigente. Lo que estas mujeres se juegan es el lugar que ocupan dentro de la familia, por ello suelen pasar a llevarse ciertos límites, tanto por la madre(abuela) como por los hijos", señala Verónica Gazmuri, psicóloga y terapeuta familiar.
Es importante que las abuelas comprendamos que nuestro rol es el de "apoyar" a nuestros hijos y el de ellos "criar" a los suyos. Muchas veces solemos olvidar esto e involucrarnos más de lo debido. Podemos dar nuestra opinión, pero depende de nuestros hijos decidir cómo criaran a los suyos, aunque no nos guste como los vistan, el colegio que elijan o los horarios con que los eduquen. Debemos respetar estos hábitos y sus decisiones, no boicotear su educación, ya sea por consentir a los niños o hacer evidente nuestra crítica por medio de los nietos. "Si no hay mal trato no debiéramos influir en la crianza, hay que respetar la autoridad de los padres", comenta la psicóloga. "No pueden estar criticando sus decisiones frente o por intermedio de los niños, por el contrario hay que apoyar y validar a los padres. Deben ser respetuosas con las normas que los padres ponen. Si están demasiado en contra de la forma de crianza deben arreglar las diferencias con los hijos antes de involucrar a los nietos. Hay que crear equipos que se ayuden no que se saboteen, y no se puede formar uno con alguien que se tienen conflictos y diferencias de intereses, es fundamental llegar a acuerdos", agrega.
Conflictos
Cuando existen problemas entre madre e hija(o) debido al cuidado de los nietos, lo que se esconde debajo son problemas anteriores no resueltos, en los que los nietos sólo son la excusa para sacarlos a flote. "Cuando la hija(o) pasa a llevar a la madre y le impone o le reclama responsabilidades, el conflicto oculta un problema que no han podido solucionar, lo que les impide establecer un "dar y recibir" beneficioso y sano para ambas", comenta la especialista. "Doy alivio y ayudo a mi hija(o), a cambio recibo alegría y vitalidad al estar con los niños", agrega.
Desde la perspectiva de la abuela, en algunos casos lo que se esconde en esta disponibilidad absoluta e imposibilidad de decir que no, es en términos transgeneracionales "pagar un poco la deuda, en caso de que haya trabajado mucho y sienta que descuidó a su hijo(a), entonces esta es una forma de retribuirle. Muchas veces la abuela acepta porque siente culpa, de no haberle dado más tiempo".
En relación a una mujer cuya única labor es cuidar a la familia y es a través de los nietos que sigue vigente dentro ella, suele no poder negarse a cuidarlos eventualmente y a permitir que la pasen a llevar, de alguna manera por miedo a quedarse "sin trabajo". Es importante asumir que este no es el único rol ni actividad que puede hacer y disfrutar. "Su vida no debe estar centrada en los nietos porque la amenaza es muy grande: perder el sentido de la vida. Porque los nietos duran hasta la adolescencia, después hacen su vida."
Acuerdos y límites
Cuidar de nuestros nietos es algo que nos enriquece el alma, nos da una oportunidad para llenarnos nuevamente de vitalidad y además nos hace sentir parte de la nueva familia que han creado nuestros hijos. Aunque no debemos olvidar seguir con nuestras vidas ya que podemos vernos muy dañadas emocionalmente si nos aferramos solamente a ellos, y también podemos llegar a afectar la autoridad de nuestros hijos si cruzamos la barrera.
Todas estamos de acuerdo que disfrutamos de los nietos, pero cuando cuidarlos supera lo que podemos hacer debemos ser capaces de fijar acuerdos y límites, tanto de horarios, frecuencias y cuidados. Esto ayudará a tener una buena convivencia con nuestros hijos, lo que además será beneficioso para los niños. Es recomendable "fijar días y horas, así no existirá, para ambas partes, la incertidumbre de sí los cuidaran o no. También debe acordarse de cómo y qué llevará el niño preparado(mudas de ropa, pañales, comida). Claro que los acuerdos deben ser flexibles para que se adapten a las necesidades, pero es importante que hayan acuerdos previos, como los días, si será los fines de semana, la cantidad de horas, entre otros. Así incluso los niños se preparan y saben que van a salir e ir a ver a los abuelos, o ellos vendrán a casa", recomienda la psicóloga.
"Puede ser una relación maravillosa en que hay beneficios para todos, la abuela siente alegría, los padres alivio y los niños se sienten queridos, en la medida que todos ocupen su lugar y respeten al otro", agrega.
Agradecimientos a Verónica Gazmuri, Psicóloga y Terapeuta Familiar.
http://aboutme.cl/node/76
Wednesday, August 22, 2012
Tuesday, April 12, 2011
Vale la pena casarse… ¿o va a ser que no?
Autor: Tomás Melendo | Fuente: www.masterenfamilias.com
Vale la pena casarse… ¿o va a ser que no?
¿Que si vale la pena casarse? Si te casas para amar y vivir enamorado, por supuesto. Bastantes jóvenes aseguran hoy que no ven razón alguna para contraer matrimonio. Se quieren, y en ello encuentran una justificación sobrada para vivir juntos
Vale la pena casarse… ¿o va a ser que no?
Vale la pena casarse… ¿o va a ser que no?
A modo de introducción: «Niño, ¿qué es para ti enamorarse?» Por Marta Román
¿Que si vale la pena casarse? Si te casas para amar y vivir enamorado, por supuesto. ¿Cómo no va a valer la pena triunfar en la vida? Pero si te casas para otra cosa o por otra razón, pues no.
Tomás Melendo es partidario del amor. Y en su artículo se permite el lujo de desgranar deliciosamente su argumentario de pensador y de hombre vivido sobre la estrecha relación entre enamorarse y casarse.
Pero el caso es que de amor y de enamorarse todo el mundo sabe. Así que he hecho una prueba muy curiosa: les he preguntado a mis hijos, como quién no quiere la cosa, a cada uno por separado ¿qué es para ti “enamorarse”? A uno mientras estaba en Facebook, al otro mientras se ponía el pijama, a la otra mientras se iba a hablar por teléfono a escondidas, al otro llamándole como para pedirle algo y soltándole la preguntita a bocajarro… Así, sin mucha reflexión y a sabiendas de que, hasta donde yo llego, no han leído ningún tratado sobre el amor ni nada semejante.
Y ¡oh sorpresa! Sus respuestas parecen las conclusiones del artículo de Tomás Melendo:
• Mi hija de 16 años: — Enamorarse es querer a una persona con la que te sientes bien, sabes que está siempre ahí, te gusta y ves un futuro con ella.
• Mi hijo de 15: — Entregar la vida a la persona que quieres.
• Mi hijo de 13: — Es cuando te rallas la cabeza con alguien.
• Mi hijo de 10: —Es sentir algo por alguien.
— ¿Algo bueno o malo?— le pregunto.
— ¿Qué va a ser?, ¡pues bueno!
• Mi hijo de 6: — Enamorarse es casarse.
• Y mi conclusión: que enamorarse es una cuestión que se tiene muy clara antes de que la tele, la calle o la mala vida la enturbien miserablemente. Por eso, desde el principio de los tiempos, las personas hemos buscado casarnos con alguien por quien valga la pena vivir.
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¿Vale la pena casarse?
¿Para qué?
Bastantes jóvenes aseguran hoy que no ven razón alguna para contraer matrimonio. Se quieren, y en ello encuentran una justificación sobrada para vivir juntos. Estimo que están equivocados, pero los comprendo perfectamente.
Y es que las leyes y los usos sociales han arrebatado al matrimonio todo su sentido:
a) por una parte, la admisión del divorcio elimina la confianza de que se luchará por mantener el vínculo;
b) por otra, la aceptación social de “devaneos” extramatrimoniales, considerados casi como una “necesidad“, por no decir un “derecho“… o un “deber”, suprime la exigencia de fidelidad;
c) y, finalmente, la difusión masiva e indiscriminada de contraceptivos, unida a la afirmación de su total inocuidad —espiritual, psíquica y física—, desprovee de relevancia y valor a los hijos.
¿Qué queda, entonces, de la grandeza de la unión conyugal?, ¿qué de la arriesgada aventura que siempre ha sido?, ¿con qué objeto “pasar por la iglesia o por el juzgado“?
Vistas así las cosas, a quienes sostienen la absoluta primacía del amor habría que comenzar por darles la razón, para después hacerles ver algo de capital importancia, que otras veces ya he apuntado: es imposible quererse bien, en serio, sin estar casados.
Hacerse capaz de amar
Aunque pueda suscitar cierto estupor, lo que acabo de sostener es bastante cierto. En todos los ámbitos de la vida humana hay que aprender y capacitarse. ¿Por qué no en el del amor, que es a la par la más gratificante, decisiva y difícil de nuestras actividades? Jacinto Benavente afirmaba que «el amor tiene que ir a la escuela». Y es verdad. Para poder querer de veras hay que ejercitarse, igual que, por ejemplo, hay que templar los músculos para ser un buen atleta.
Pues bien, la boda capacita para amar de una manera real y efectiva.
Nuestra cultura no acaba de entender el matrimonio: lo contempla como una simple ceremonia (mejor cuanto más lujosa o extravagante), un contrato rescindible, un compromiso…
Algo que, sin ser falso, resulta demasiado pobre.
En su esencia más íntima, la boda constituye una expresión exquisita de libertad y amor. El sí es un acto profundísimo, inigualable, por el que dos personas se entregan plenamente y deciden amarse de por vida. Es amor de amores: amor sublime que, en primer término, “redime” mi pasado; y, además y sobre todo, me permite “amar bien“, como decían nuestros clásicos: fortalece mi voluntad y la habilita para querer a otro nivel; sitúa el amor recíproco en una atmósfera más alta.
Por eso, si no me caso, si excluyo ese acto de donación total, estaré imposibilitado para querer de veras a mi cónyuge: como quien no se entrena o no aprende un idioma resulta incapaz de hablarlo.
A su joven esposa, que le había escrito: «¿Me olvidarás a mí, que soy una provincianita, entre tus princesas y embajadoras?», Bismark le respondió: «¿Olvidas que te he desposado para amarte?»
Estas palabras encierran una intuición profunda: el “para amarte” no indica una simple decisión de futuro, incluso inamovible; equivale, en fin de cuentas, a “para poderte amar” con un querer auténtico, supremo, definitivo… imposible sin el mutuo entregarse del matrimonio, sin casarse.
Casarse o “convivir“
No se trata de teorías. Cuanto acabo de exponer tiene claras manifestaciones en el ámbito psíquico.
El ser humano solo es feliz cuando se empeña en algo grande, que efectivamente compense el esfuerzo. Y lo más impresionante que un varón o una mujer pueden hacer en la tierra es aprender a amar.
Vale la pena dedicar toda la vida a amar cada vez mejor y más intensamente, porque solo para eso hemos venido a este mundo.
De ahí que, en realidad, sea lo único que merece nuestra dedicación: todo lo demás, todo, debería ser tan solo un medio para conseguirlo. «Al atardecer de nuestra existencia —repetía san Juan de la Cruz— se nos examinará del amor».
¡Y de nada más!, añado yo: todo lo que, en mi vida, no transforme en amor, resulta inútil, vano o incluso perjudicial.
Pues bien, cuando me caso establezco las condiciones para consagrarme sin reservas a la tarea de amar. Por el contrario, si simplemente vivimos juntos, y aunque no sea consciente de ello, todo el esfuerzo tendré que dirigirlo, a “defender las posiciones” alcanzadas, a que no se me vaya “el ganado (¡sin segundas!)… o la ganada (¡sin terceras!)”.
Todo, entonces, se torna inseguro: la relación puede romperse en cualquier momento. No tengo certeza de que el otro va a esforzarse seriamente en quererme, en acopiar las alegrías y superar los roces y conflictos del trato cotidiano: ¿por qué habría de hacerlo yo? No puedo bajar la guardia, relajarme, mostrarme de verdad como soy, no sea que mi pareja advierta defectos “insufribles” y decida que “hasta aquí llegaron las aguas”. Ante las dificultades que por fuerza han de surgir, la tentación de abandonar la empresa se presenta muy cercana, puesto que nada impide esa deserción.
La simple convivencia crea un clima psíquico que hace peligrar el objetivo fundamental y entusiasmante del matrimonio: aumentar, intensificar y mejorar el amor y, con él, la felicidad.
¿Amor o “papeles”?
Todo lo cual parece avalar la afirmación de que “lo importante” es quererse. ¡Y es que es verdad!
El amor es efectivamente lo importante. No hay que tener miedo a esta idea. Pero ya he explicado que no puede haber amor cabal sin donación mutua y exclusiva, sin casarse.
Los papeles, el reconocimiento social, no son de ningún modo lo importante; pero, en cuanto confirmación externa de la mutua entrega, resultan imprescindibles.
¿Por qué?
Desde el punto de vista social, porque mi matrimonio tiene repercusiones civiles claras, que aumentan todavía más con la llegada de los hijos: la familia compone —o debería componer— la clave del ordenamiento jurídico y el fundamento de la salud de una sociedad; es indispensable, por tanto, que quede constancia de que otra persona y yo hemos decidido cambiar de estado y crear una nueva familia.
Pero, sobre todo, la dimensión pública del matrimonio, la ceremonia religiosa y civil, la fiesta con familiares y amigos, las participaciones del acontecimiento, anuncios en los medios —¡superguay, si puede ser en la tele!—… todo deriva de la enorme relevancia que lo que están llevando a cabo tiene para los cónyuges. Si eso va a cambiar radicalmente mi vida, a hacerla mejor, si me va a permitir algo que es una auténtica y maravillosa aventura, me gustará que todos o, al menos, los auténticos amigos lo sepan: igual que pregono con bombo y platillo las restantes buenas noticias.
Igual, no.
Mucho más, porque no hay nada comparable a casarse: me pone en una situación inigualable para crecer interiormente, para ser mejor persona y tremendamente feliz (el que no se lo crea… que haga la prueba en serio).
¿Cómo no difundir, entonces, mi alegría?
¿Anticipar el futuro?
Es verdad que, a la vista de lo expuesto, bastantes se preguntan: ¿cómo puedo yo comprometerme a algo para toda la vida, si no sé lo que ésta me deparará?, ¿cómo puedo tener certeza de que elijo bien a mi pareja?
Se trata de una pregunta típica de los dos últimos siglos, en los que el afán de seguridad se ha desbordado más allá de lo propiamente humano —a veces con repercusiones psíquicas, incluso graves— y, a pesar de las proclamas en contra, de manera inversa al aprecio real por la libertad, que siempre lleva consigo algo de riesgo.
Y la única respuesta posible, la que doy siempre que me hacen públicamente esta pregunta es: “de ningún modo”, “no hay ninguna manera de saberlo”, “el futuro es… el futuro”: indefinible por naturaleza, con el permiso de los “adivinadores de turno”, aunque son ya tantos que lo del turno es más bien utópico: se nos cuelan por todos lados y a todas horas.
A lo que suelo añadir, antes de que desaparezca el auditorio, que para eso está el noviazgo: un período muy aprovechable, que ofrece la oportunidad de conocerse mutuamente y empezar a entrever cómo se desarrollará la vida en común.
Después, si soy como debo, ya sé bastante de lo que pasará cuando me case: sé, en concreto, que voy a poner toda la carne en el asador para querer a la otra persona y procurar que sea muy feliz. Y si se trata de un propósito serio, y si hemos sido prudentes y nos conocemos lo bastante, será compartido por el futuro cónyuge: el amor llama al amor. Podemos, por tanto, tener la certeza de que vamos a intentarlo por todos los medios. Y entonces es muy difícil, casi imposible, que el matrimonio fracase.
Observar y reflexionar
Ciertamente, esa decisión radical de entrega no basta para dar un paso de tanta trascendencia. Hay que considerar también algunos rasgos del futuro cónyuge.
¿Cuáles?
En primer término, por pura honradez, he de advertir que la viabilidad de un matrimonio nunca puede conocerse teniendo relaciones íntimas antes o en vez de la boda: como enseguida veremos, por más que choque contra la costumbre y las pretensiones generales, la situación que así se crea es tan artificial, tan abismalmente distinta de lo que sostendrá un matrimonio, que no existe modo peor de calibrar si debo o no casarme con aquella persona.
Los rasgos que debería tener en cuenta son siempre otros:
Por ejemplo, si “me veo“ viviendo durante el resto de mis días con aquella persona, incluso cuando esté sin arreglar, ronque o le crezcan los michelines; también, y antes, cómo actúa en su trabajo y con sus colegas, como trata a su familia, a sus amigos; si sabe controlar sus impulsos, incluidos los sexuales: porque, de lo contrario, nadie me asegura que será capaz de hacerlo cuando estemos casados y se encapriche con otro u otra; si me gustaría que mis hijos se parecieran a ella o a él (¡qué horror!)… porque de hecho, lo quiera o no, se le van a parecer; si sabe estar más pendiente de mi bien (y de su bien real, por más que le cueste) que de sus simples y casi inacabables antojos…
En definitiva:
a) No hacer el menor caso a lo que promete.
b) Escuchar —con todo el romanticismo que desee, pero como quien oye llover— lo que me dice.
c) Prestar mucha atención a lo que parece que es.
d) Más todavía a lo que efectivamente hace, a cómo se comporta.
e) Y conceder un peso absoluto a su manera de obrar… justo cuando no está conmigo, puesto que cuando nos vemos, los dos nos encontramos dispuestos naturalmente —sin la menor malicia— a agradar, ya que se trata del momento más esperado del día, en el que ambos podemos y queremos dar lo mejor de nosotros mismos.
Por el contrario; si en su casa, con sus amigos, con sus compañeros de trabajo… se porta como un o una egoísta o como un o una déspota, si no tiene en cuenta los deseos y el bien real de quienes lo rodean, ¿quién puede asegurarme de que no va a acabar así… también en la cama?
Relaciones anti-matrimoniales
Y aquí suele plantearse una de las cuestiones más decisivas y sobre las que impera mayor confusión. La necesidad de conocerse, de saber si uno y otra congenian, ¿no aconseja vivir juntos un tiempo, con todo lo que esto implica?
Se trata de un asunto muy estudiado y sobre el que cada vez se va arrojando una luz más clara.
Un buen resumen del status quaestionis sería el que sigue: está estadísticamente comprobado que la convivencia previa al matrimonio nunca produce efectos beneficiosos: ¡nunca!
Por ejemplo:
a) los divorcios son mucho más frecuentes —parece que el doble— entre quienes han convivido antes de contraer matrimonio;
b) las actitudes de los jóvenes que empiezan a tener trato íntimo empeoran notablemente, y a ojos vista, desde ese mismo momento: se tornan más posesivos, más celosos y controladores, más desconfiados y gruñones… incluso más feos.
Pero, ¿por qué?
La causa, aunque profunda, no es difícil de intuir. El cuerpo humano es, en el sentido más hondo de la palabra, personal; y quizá muy especialmente sus dimensiones sexuales. En consecuencia, la sexualidad sabe hablar un único idioma: el de la entrega plena y definitiva.
Pero, en las circunstancias que estamos considerando, esa total disponibilidad resulta contradicha por el corazón y la cabeza, que, con mayor o menor conciencia, la rechazan, al evitar un compromiso de por vida.
Surge así una ruptura interior en cada uno de los novios, manifestada psíquicamente por un obsesivo y angustioso afán de seguridad, cortejado de recelos, temores, rencores y suspicacias, que acaban por envenenar la vida en común.
Por otro lado, como consecuencia de lo anterior, uno y otra empiezan a sentirse mal… y buscan de nuevo “estar juntos” como medio para evitarlo; el malestar se calma momentáneamente, mientras duran las relaciones, para luego crecer con más fuerza, “estar otra vez más juntos“, aumentar la desazón persistente, en una especie de espiral fatídica que culmina casi siempre con la separación… ¡y peor si no es definitiva!
De ahí que, en contra del uso habitual, a este tipo de relaciones prefiera llamarlas “anti- o contra-matrimoniales“.
Para conocerse de veras
Por otro lado, resulta ingenua la pretensión de decidir la viabilidad de un matrimonio por la “capacidad sexual“ de sus componentes: ¡como si toda una vida en común dependiera o pudiera sustentarse en unos actos que, en condiciones normales, suman unos pocos minutos a la semana!
Pero es que la mejor manera de conocer a nuestro futuro cónyuge en ese ámbito consiste, como antes sugería, en observarlo en los demás aspectos de su vida, y tal vez principalmente en los no se relacionan directamente con nosotros: reflexionar sobre el modo cómo se comporta en su hogar, trabajo o estudio, con sus amigos o conocidos… y con sus “enemigos“, pues en algún momento de nuestra vida matrimonial seremos considerados como tales, etc.
Pues si en esas circunstancias es generoso, afable, paciente, servicial, tierno, desprendido…, puede asegurarse, sin temor al engaño, que a la larga esa será su actitud en la vida cotidiana y en las relaciones íntimas.
Mientras que la “comprobación directa“, e incluso la forma de tratarnos, por responder a una situación claramente “excepcional“ —el noviazgo un tanto “lanzado“—, no solo no proporciona datos fiables sobre su futuro, sino que en muchos casos más bien los enmascara.
Por eso, frente a una opinión muy difundida, cabría afirmar que “vivir (y acostarse) juntos” es la mejor manera de no saber en absoluto cómo va a actuar la otra persona durante el matrimonio.
Repito que no se trata de una mera ficción ni una suerte de “invento piadoso” para desaconsejar esa convivencia: como acabo de apuntar, resulta bastante fácil caer en la cuenta de que la situación que se crea en tales circunstancias es absolutamente artificial… y muy diversa de lo que será la vida en común, día a día —no solo “noche a noche”—, cuando ambos estén casados.
¿Probar a las personas?
Pero se puede ir más al fondo: no es serio ni honrado “probar” a las personas, como si se tratara de caballos, de coches o de ordenadores. Las personas son algo tan grandioso que, en su presencia, solo cabe la veneración y el amor; por ellas arriesga uno la vida, «se juega a cara o cruz—como decía Marañón—, el porvenir del propio corazón», la vida entera.
Además, la desconfianza que implica el ponerlas a prueba no solo genera un permanente estado de tensión, difícil de soportar, sino que se opone frontalmente al amor incondicional —incondicionado e incondicionable— que está en la base de cualquier buen matrimonio: y si no hay base o punto de apoyo, el matrimonio… se cae.
A lo que cabe añadir otro motivo, todavía más determinante: no se puede realizar ese “experimento”, es materialmente imposible, aunque parezca lo contrario: porque la boda cambia muy profundamente a los novios; no solo desde el punto de vista psicológico, al que ya me he referido, sino en su mismo ser: los modifica hondamente, los transforma en esposos, les permite amar de veras: ¡antes no es posible ese amor!
Pero este es un tema de tanta trascendencia que prometo volver muy pronto sobre él.
Tomás Melendo
Catedrático de Filosofía (Metafísica)
Director de los Estudios Universitarios en Ciencias para la Familia
Universidad de Málaga
www.masterenfamilias.com
tmelendo@uma.es
Monday, February 15, 2010
MIS HIJOS SON DESGRACIADOS???
MIS HIJOS SON DESGRACIADOS???
Alejandra Stamateas
Hay hijos que tienen una enfermedad del alma y se llama ingratitud. Cuando una persona no tiene armonía en su alma, en sus emociones, cuando no puede agradecer, está enferma. Un hijo que no agradece es un hijo que ha sido sobreprotegido. La ingratitud es el producto de la sobreprotección. La sobreprotección tiene que ver con padres que les dieron todo a sus hijos, y siempre les solucionaron todos sus problemas.
Hay mamás que se desviven por sus hijos para darles de todo y ellos no tengan que hacer nada. Ese tipo de hijos crecen creyendo que es esa la obligación de los padres, por lo tanto piensan que no hay nada que agradecer.
Un hijo sobreprotegido puede convertirse en un hombre tirano o en un hijo débil.
Ver artículo completo
Alejandra Stamateas
Hay hijos que tienen una enfermedad del alma y se llama ingratitud. Cuando una persona no tiene armonía en su alma, en sus emociones, cuando no puede agradecer, está enferma. Un hijo que no agradece es un hijo que ha sido sobreprotegido. La ingratitud es el producto de la sobreprotección. La sobreprotección tiene que ver con padres que les dieron todo a sus hijos, y siempre les solucionaron todos sus problemas.
Hay mamás que se desviven por sus hijos para darles de todo y ellos no tengan que hacer nada. Ese tipo de hijos crecen creyendo que es esa la obligación de los padres, por lo tanto piensan que no hay nada que agradecer.
Un hijo sobreprotegido puede convertirse en un hombre tirano o en un hijo débil.
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Sunday, December 13, 2009
Divorcio e hijos
Autor: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
Divorcio e hijos Buscar curaciones profundas, restablecer puentes de amor, evitar abogados interesados en rupturas rápidas para acudir a aquellos que, de verdad, abren horizontes de reconciliación y de paz
Habían pedido a un sacerdote que preparase un artículo con consejos a padres en proceso de divorcio, especialmente para evitar daños y secuelas en los hijos.
El sacerdote, después de pensarlo un poco, se negó. Varios días después quiso expresar por escrito el porqué de su negativa.
“Hace unos días me pidieron un artículo sobre cómo evitar daños en los hijos cuyos padres se están divorciando. Pensé en conciencia que no debería escribirlo, al menos por ahora.
La situación que vivimos es sumamente grave: cada día cientos de familias se destruyen. Pero entonces hemos de aplicar con urgencia la medicina preventiva, sin dejar de promover una correcta medicina curativa, en la que el divorcio nunca sea una etapa inevitable, sino aquello que hay que evitar con una dosis inmensa de cariño.
Lo urgente, por lo tanto, no es aconsejar el mejor camino para un divorcio amistoso y sin daños para los hijos. Lo urgente es promover noviazgos maduros, matrimonios sanos, y curaciones de emergencia para que nunca una pareja que se amaba llegue a la experiencia dramática del divorcio.
Los hijos, especialmente los más pequeños, pero también los grandes, quieren tener papás enamorados. Por eso sufren infinitamente cuando los padres discuten, se pelean, inician el camino de la ruptura. Sufren mucho más cuando llega la hora de los juzgados y de las separaciones.
Los hijos, y los mismos padres, merecen cariño, comprensión, apoyo. No necesitamos construir hospitales en los que se acepte el divorcio como algo inevitable. Lo que necesitamos son hospitales para que el amor sane, para que el perdón restablezca la armonía familiar, para que él, ella o los dos cedan un poco o un mucho. Por su bien, por el bien de los hijos, por el bien de todos.
También habrá que apoyar a los padres que optan por el divorcio como si fuese una salida inevitable. Pero no para que mantengan la ruptura y se repartan a los hijos como si fuesen “despojos de guerra”. Menos aún para que usen a los hijos como armas para acusarle a él o a ella, para fomentar más dolor y más rabia en hogares ya profundamente marcados por heridas profundas.
Lo que hay que hacer en esos casos, nuevamente, es buscar curaciones profundas, restablecer puentes de amor, evitar abogados interesados en rupturas rápidas para acudir a aquellos que, de verdad, abren horizontes de reconciliación y de paz.
Creo que por ahora no escribiré consejos para afrontar divorcios sin traumas. Porque todos los católicos, sacerdotes, religiosos, catequistas, laicos, estamos llamados a fomentar corazones más generosos y menos egoístas, más dispuestos a amar que a defender el territorio de individualismos vacíos de esperanza, más decididos a perdonar que a llevar cuentas precisas de los fallos de la otra parte. Corazones que, por acoger a Dios en la familia, por pensar en lo mucho que sus hijos sueñan en tener unos padres felices y muy unidos, son capaces de superar baches pequeños o grandes de la vida para que la familia llegue a ser, cada día un poco más, dichosa y enamorada”.
Monday, November 9, 2009
La ayuda y respeto entre suegra y nuera
¡Ay, la familia de mi marido!
Cientos de películas se han inspirado en los problemas de suegras y nueras, de cuñados problemáticos y de la parentela que trae nuestra media naranja consigo al altar. Claro que no siempre es para risa sino para poner los pelos de punta. Reflexiones y consejos.
Si alguien le hubiera dicho hace ya unos cuantos años, que su suegra -aquella mujer que parecía ser tan dulce y buena y que ¡afortunadamente! casi no se metía en su vida- iba a mutar a una máquina de críticas y comentarios negativos hacia usted apenas naciera su primer hijo, ¿usted se hubiera casado con su marido de todos modos?
¿Y de haber sabido que ese suegro tan simpático y conversador era en realidad un adicto al juego que permanentemente pondría en riesgo la economía familiar, inclusive la suya propia, usted no hubiera preferido correr unos cien metros llanos en retirada?
Si bien ambos ejemplos son exagerados, lo cierto es que muchas mujeres sufren cotidianamente, a veces durante años, las consecuencias de diversas conductas dañinas -o directamente patológicas- de la familia de origen de su marido sin saber bien qué hacer o cómo enfrentarse a estos problemas de una manera que no lastime a su pareja, pero que tampoco enferme a su propia familia.
Todo cambia…menos él
“En realidad, cuando se mete la familia del otro es porque alguien está dejando que se meta y frecuentemente esto tiene que ver con una dependencia emocional del hijo o de la hija que no ha cortado el cordón con sus padres. Esto es muy frecuente en parejas jóvenes, que pasan de vivir en la casa de los padres a vivir juntos”, explica la psicóloga y psicoanalista Eva Rotenberg, directora de la Escuela para Padres.
Ver artículo completo
Escuela para Padres
Cientos de películas se han inspirado en los problemas de suegras y nueras, de cuñados problemáticos y de la parentela que trae nuestra media naranja consigo al altar. Claro que no siempre es para risa sino para poner los pelos de punta. Reflexiones y consejos.
Si alguien le hubiera dicho hace ya unos cuantos años, que su suegra -aquella mujer que parecía ser tan dulce y buena y que ¡afortunadamente! casi no se metía en su vida- iba a mutar a una máquina de críticas y comentarios negativos hacia usted apenas naciera su primer hijo, ¿usted se hubiera casado con su marido de todos modos?
¿Y de haber sabido que ese suegro tan simpático y conversador era en realidad un adicto al juego que permanentemente pondría en riesgo la economía familiar, inclusive la suya propia, usted no hubiera preferido correr unos cien metros llanos en retirada?
Si bien ambos ejemplos son exagerados, lo cierto es que muchas mujeres sufren cotidianamente, a veces durante años, las consecuencias de diversas conductas dañinas -o directamente patológicas- de la familia de origen de su marido sin saber bien qué hacer o cómo enfrentarse a estos problemas de una manera que no lastime a su pareja, pero que tampoco enferme a su propia familia.
Todo cambia…menos él
“En realidad, cuando se mete la familia del otro es porque alguien está dejando que se meta y frecuentemente esto tiene que ver con una dependencia emocional del hijo o de la hija que no ha cortado el cordón con sus padres. Esto es muy frecuente en parejas jóvenes, que pasan de vivir en la casa de los padres a vivir juntos”, explica la psicóloga y psicoanalista Eva Rotenberg, directora de la Escuela para Padres.
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Escuela para Padres
Mas de suegras y nueras....
Florencia le dice al marido. “No soporto que venga tu madre porque arruina el clima familiar, siempre nos hace pelear”.
El vínculo de la nuera con la suegra no es un tema que incumba e incluya sólo a ellas dos. Esta relación tiene un entramado inconsciente, con otros personajes familiares, que puede determinar el presente entre ellas. Los otros son: la mamá de la nuera, el esposo y otros familiares aunque no aparezcan en lo manifiesto.
Puede darse:
a) Una relación de colaboración semejante a la de una madre y su hija.
b) Una relación conflictiva estructuralmente.
c) Conflictiva por malos entendidos.
d) Simplemente un vínculo político, es decir, distante.
En el caso a, si la nuera representa la hija que no se tuvo, es el hijo quien puede sentirse celoso, reactivándose en él, antiguas vivencias de soledad. En el caso b, si la nuera tuvo una madre intrusiva, autoritaria, probablemente tenga extremada sensibilidad frente a ciertas opiniones, a las que seguramente otra persona no le daría mayor importancia. Si el marido de la joven ha sido muy sometido a su madre, generalmente elige a una esposa con mucho carácter, para que le pueda hacer frente a su madre. Y si bien, admira esto en un principio, más adelante puede ser que termine colocado en un conflicto de lealtades forzado a “elegir” entre ambas.
Pareciera que sólo hay lugar para una mujer, ¿la madre o la esposa? Esto no debería ser así cuando los roles están bien diferenciados, pero si no lo están, no es sólo un tema de ambas. Cuando el hijo no ha superado la dependencia infantil a sus padres, aunque no sea algo muy manifiesto, no podrá ponerles límites a ellos. Si la madre no tolera “no ser la más importante en la vida de su hijo”, puede que inconscientemente boicotee el matrimonio de ellos.
Cuando joven la pareja se apropia internamente de su vida y sus hijos, y están bien entre ellos, y se sienten adultos, no hay nadie que pueda interferir.
c) Generalmente sucede que la familia de origen del hombre y de la mujer que se han casado, tienen códigos distintos y que lo que para alguien puede ser vivido con intención de ayudar, para otra persona puede ser sentido intrusivo y con “mala leche”. Cuando no se puede dialogar, no se aclaran estos malos entendidos. Y lo que comienza como una pavada, puede enlazarse en una cadena de historias nuevas que se unen a otras viejas, complicándose el vínculo.
Hay casos en los que la relación de la suegra con la nuera arrastra una pésima relación con el hijo de dicha suegra y la nuera es la depositaria del rencor. En algunas familias he constatado que aunque la suegra quiera ser amorosa, si la nuera trae vínculos conflictivos o se persigue, podrá interpretar erróneamente lo que se ha hecho con buena intención.
Cada integrante de una pareja viene con su familia, siendo un desgarro si deben renunciar a ella para poder sostener la nueva familia.
Los padres de la pareja deberían ser muy respetuosos y considerar que si son “muy metidos” pueden causar malestar. Los momentos de riesgo son el primer año de casados y cuando nace un bebé si la suegra quiere “enseñar” y si su hijo no tiene autoridad para responderle. Lamentablemente se produce mucho sufrimiento y en algunos casos, se puede llegar al divorcio.
Por: Lic. Eva Rotenberg
Directora de La Escuela para Padres
Web: www.escuelaparapadres.net
El vínculo de la nuera con la suegra no es un tema que incumba e incluya sólo a ellas dos. Esta relación tiene un entramado inconsciente, con otros personajes familiares, que puede determinar el presente entre ellas. Los otros son: la mamá de la nuera, el esposo y otros familiares aunque no aparezcan en lo manifiesto.
Puede darse:
a) Una relación de colaboración semejante a la de una madre y su hija.
b) Una relación conflictiva estructuralmente.
c) Conflictiva por malos entendidos.
d) Simplemente un vínculo político, es decir, distante.
En el caso a, si la nuera representa la hija que no se tuvo, es el hijo quien puede sentirse celoso, reactivándose en él, antiguas vivencias de soledad. En el caso b, si la nuera tuvo una madre intrusiva, autoritaria, probablemente tenga extremada sensibilidad frente a ciertas opiniones, a las que seguramente otra persona no le daría mayor importancia. Si el marido de la joven ha sido muy sometido a su madre, generalmente elige a una esposa con mucho carácter, para que le pueda hacer frente a su madre. Y si bien, admira esto en un principio, más adelante puede ser que termine colocado en un conflicto de lealtades forzado a “elegir” entre ambas.
Pareciera que sólo hay lugar para una mujer, ¿la madre o la esposa? Esto no debería ser así cuando los roles están bien diferenciados, pero si no lo están, no es sólo un tema de ambas. Cuando el hijo no ha superado la dependencia infantil a sus padres, aunque no sea algo muy manifiesto, no podrá ponerles límites a ellos. Si la madre no tolera “no ser la más importante en la vida de su hijo”, puede que inconscientemente boicotee el matrimonio de ellos.
Cuando joven la pareja se apropia internamente de su vida y sus hijos, y están bien entre ellos, y se sienten adultos, no hay nadie que pueda interferir.
c) Generalmente sucede que la familia de origen del hombre y de la mujer que se han casado, tienen códigos distintos y que lo que para alguien puede ser vivido con intención de ayudar, para otra persona puede ser sentido intrusivo y con “mala leche”. Cuando no se puede dialogar, no se aclaran estos malos entendidos. Y lo que comienza como una pavada, puede enlazarse en una cadena de historias nuevas que se unen a otras viejas, complicándose el vínculo.
Hay casos en los que la relación de la suegra con la nuera arrastra una pésima relación con el hijo de dicha suegra y la nuera es la depositaria del rencor. En algunas familias he constatado que aunque la suegra quiera ser amorosa, si la nuera trae vínculos conflictivos o se persigue, podrá interpretar erróneamente lo que se ha hecho con buena intención.
Cada integrante de una pareja viene con su familia, siendo un desgarro si deben renunciar a ella para poder sostener la nueva familia.
Los padres de la pareja deberían ser muy respetuosos y considerar que si son “muy metidos” pueden causar malestar. Los momentos de riesgo son el primer año de casados y cuando nace un bebé si la suegra quiere “enseñar” y si su hijo no tiene autoridad para responderle. Lamentablemente se produce mucho sufrimiento y en algunos casos, se puede llegar al divorcio.
Por: Lic. Eva Rotenberg
Directora de La Escuela para Padres
Web: www.escuelaparapadres.net
Thursday, September 3, 2009
Convenio Matrimonial - Iglesia de San Luis (Miami)
FIN DE SEMANA DEL CONVENIO MATRIMONIAL
El fin de semana del Convenio Matrimonial es un fin de semana donde usted y su pareja tendran la oportunidad de aislarse de la rutina y poder comunicarse y conversar acerca de temas de interés común, sin interrupciones y lejos de las distracciones y tensiones de la vida cotidiana.
Es una experiencia de enriquecimiento conyugal donde aprendemos de otras parejas por medio de sus testimonios serios y representaciones humorísticas, herramientas y experiencias que nos ayudan a mejorar y optimizar nuestra relacion de pareja.
Siempre tenemos la idea que este tipo de encuentros va dirigido a parejas que estan muy mal, que estan separadas o a punto de separarse, pero no siempre es así. Todas las parejas en cualquier situación necesitan conocer una serie de herramientas y obtener conocimientos que nos ayudan a entender y manejar muchas situaciones. Siempre pensamos que los que nos pasa a cada uno de nosotros es lo peor.
Así como necesitamos entrenarnos para un nuevo trabajo, estudiar para actualizarnos en nuestra profesión, con mayor razón en la relación de pareja necesitamos entrenarnos, aprender, y actualizarnos para fortalecer y mantener la relación y en consecuencia enseñar con el ejemplo a la familia, pilar de la sociedad.
El Fin de semana del Convenio Matrimonial ofrece una oportunidad poco frecuente para mirarse primero como individuos, luego como matrimonio y finalmente su relación con el otro y con el mundo.
Es una experiencia inolvidable, no se va a arrepentir, su efecto positivo llega tanto a los hijos como a quienes los rodean, recuperando o mejorandoel diario vivir.
El Fin de semana del Convenio no es un retiro, ni tampoco una terapia de grupo. Es un enfoque diferente dirigido a revitalizar la relación de pareja y ademas en un ambiente ameno y divertido, pero profundo y serio a la vez.
Fecha: Sabado 24 y Domingo 25 de Octubre, 2009
Lugar: Iglesia San Louis, Pinecrest , Miami.
Información e inscripciones :
Sra. Thalya (786) 271-0259
El fin de semana del Convenio Matrimonial es un fin de semana donde usted y su pareja tendran la oportunidad de aislarse de la rutina y poder comunicarse y conversar acerca de temas de interés común, sin interrupciones y lejos de las distracciones y tensiones de la vida cotidiana.
Es una experiencia de enriquecimiento conyugal donde aprendemos de otras parejas por medio de sus testimonios serios y representaciones humorísticas, herramientas y experiencias que nos ayudan a mejorar y optimizar nuestra relacion de pareja.
Siempre tenemos la idea que este tipo de encuentros va dirigido a parejas que estan muy mal, que estan separadas o a punto de separarse, pero no siempre es así. Todas las parejas en cualquier situación necesitan conocer una serie de herramientas y obtener conocimientos que nos ayudan a entender y manejar muchas situaciones. Siempre pensamos que los que nos pasa a cada uno de nosotros es lo peor.
Así como necesitamos entrenarnos para un nuevo trabajo, estudiar para actualizarnos en nuestra profesión, con mayor razón en la relación de pareja necesitamos entrenarnos, aprender, y actualizarnos para fortalecer y mantener la relación y en consecuencia enseñar con el ejemplo a la familia, pilar de la sociedad.
El Fin de semana del Convenio Matrimonial ofrece una oportunidad poco frecuente para mirarse primero como individuos, luego como matrimonio y finalmente su relación con el otro y con el mundo.
Es una experiencia inolvidable, no se va a arrepentir, su efecto positivo llega tanto a los hijos como a quienes los rodean, recuperando o mejorandoel diario vivir.
El Fin de semana del Convenio no es un retiro, ni tampoco una terapia de grupo. Es un enfoque diferente dirigido a revitalizar la relación de pareja y ademas en un ambiente ameno y divertido, pero profundo y serio a la vez.
Fecha: Sabado 24 y Domingo 25 de Octubre, 2009
Lugar: Iglesia San Louis, Pinecrest , Miami.
Información e inscripciones :
Sra. Thalya (786) 271-0259
Tuesday, June 23, 2009
2009: El año en que no te puedes permitir cometer errores con tu dinero
Suze Orman presento su Plan de Accion para 2009 durante el Coloquio de Capella University in Jacksonville. Ella presento sus ideas para mejorar nuestras finanzas personales y familiares.
2009: El año en que no te puedes permitir cometer errores con tu dinero
La caída de la bolsa, la reducción de los créditos, el desempleo: la crisis económica que empezó en 2008 ha afectado a todo el mundo. De repente, surgen muchas dudas: ¿Están seguros mis ahorros? ¿Debería seguir invirtiendo en mi plan de pensiones? ¿Debería mantener mi casa si vale menos de lo que debo, o debería venderla? ¿Cómo puedo pagar mis deudas si no tengo trabajo?
La experta financiera Suze Orman cree que el 2009 será un año crítico para tu dinero. Hay defensas que levantar, errores que evitar, acciones que tomar e incluso oportunidades que aprovechar para estar protegido durante los malos tiempos y preparado para prosperar cuando las cosas mejoren. No importa en que situación te encuentres, aquí encontrarás respuestas a todas tus preguntas sobre:
- créditos
- jubilación
- ahorrar y gastar
- el mercado inmobiliario
- cómo pagar la universidad
- cómo proteger a tu familia
EL PLAN DE ACCIÓN 2009 DE SUZE ORMAN ofrece consejos directos y sencillos—qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo—como sólo Suze Orman sabe.
Labels:
Finanzas,
Libros,
Suze Orman
Thursday, June 18, 2009
EL DIVORCIO. AMIGO O ENEMIGO?
Ningún estudio ha logrado demostrar que el divorcio ofrezca efectos positivos
El Divorcio se invoca como una necesidad para ayudar a familias y matrimonios que han llegado a una crisis que no logran resolver. Se aduce que será un elemento positivo a todos los niveles y que los posibles conflictos que puedan originarse de él se resuelven con el tiempo.
Actualmente se puede contar con una serie de investigaciones y datos acumulados en aquellos países que aprobaron el divorcio hace años y cuentan ya con una generación adulta de “hijos del divorcio”. Cualquier decisión, personal o gubernamental, no puede obviar la existencia de estos datos. De hecho no se reducen a estudios e investigaciones sino también a acciones y actitudes. El matrimonio estable vuelve a ponerse de moda, e incluso el matrimonio religioso (28). En USA proliferan los programas de ayuda a matrimonios en problemas y otros de preparación al mismo para prevenir una disolución (28), (24).
El divorcio (llamado divorcio vincular) implica que los contrayentes del matrimonio, personas que se vincularon jurídicamente a sí mismas y a sus patrimonios, en orden a la constitución de una familia, pueden disolver ese vínculo por voluntad de uno de los cónyuges y aún afectando los derechos de terceros, por ejemplo los hijos. (1)
En estos momentos debe ser motivo de reflexión el hecho de que en muchos países para casarse son necesarias dos personas, para divorciarse sólo una. O la evidencia de que resulta más fácil divorciarse que cambiar unos pantalones. O el hecho real de que es posible terminar con un matrimonio de más de 25 años con más facilidad que finalizar un contrato laboral de pocos meses. ¿No hay alguna incongruencia?
Para muchos el divorcio ha dejado de ser una decisión personal para convertirse en una cuestión de salud pública por los múltiples y negativos efectos que provoca en las personas y la sociedad misma.
Ver artículo completo
Sunday, June 14, 2009
Estudio Bíblico Para Grupos Pequeños
Estudio Bíblico Sobre Finanzas Para Grupos Pequeños
Paquete de individuos: $34.00
Paquete de parejas: $41.00
El Estudio Para Grupos Pequeños es un estudio profundo de 10 semanas acerca de las enseñanzas que se encuentran en la Palabra de Dios sobre el manejo del dinero y las posesiones.
Contenido
1- Introducción
2- La parte de Dios / Nuestra parte
3- Las Deudas
4- El Consejo
5- La Honestidad
6- La Generosidad
7- El Trabajo
8- Las Inversiones
9- Perspectivas Importantes
10-La Eternidad
El Material
• Manual del Estudiante: Todo el contenido del curso, distribuido en 10 lecciones, juntamente con tareas para la casa, que deben completarse diariamente. Además, cada lección tiene Aplicaciones Prácticas.
• El libro ¡Su Dinero Cuenta!
Dr. Jose y Flor Lepervanche estan disponibles para organizar el Estudio Biblico de Finanzas para Grupos Pequeños en su iglesia, comunidad, o grupo de parejas en Ingles o Español en North Florida.
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